PAÍSES Y ÁREAS DE INTERVENCIÓN

Situación por país
Lejos de nosotros la idea de caer en la trampa del neocolonialismo o adoptar un discurso paternalista hacia estos países mediterráneos. La realidad es mucho más simple y prosaica: es una cuestión de dinero, de medios financieros disponibles para actuar. La situación de los animales errantes no es, por lo demás, mucho más resplandeciente en los países del norte de Europa, prueba de que no se trata de una cuestión de cultura o de mentalidad, sino de recursos asignados.
Irónicamente, el turismo que enriquece estas regiones mediterráneas a menudo agrava el problema en lugar de resolverlo. Los ingresos del turismo están escandalosamente mal distribuidos: una minoría se enriquece considerablemente, mientras que la población local recoge escasas migajas. Estas desigualdades económicas crean un círculo vicioso en el que las prioridades locales siguen siendo la supervivencia cotidiana, relegando el bienestar animal al último lugar de las preocupaciones.
Nuestro papel no es dar lecciones, sino poner nuestros recursos al servicio de los que, sobre el terreno, conocen su terreno y quieren actuar.
España
España se enfrenta a un problema crónico de abandono de animales, particularmente agudo después de la temporada de caza y los períodos estivales. A pesar de los recientes avances legislativos, miles de galgos (galgos) son abandonados o asesinados cada año por cazadores, mientras que los refugios están llenos de animales abandonados. Las colonias de gatos callejeros proliferan en ciudades y pueblos, especialmente en el sur del país. Aunque muchas asociaciones locales trabajan valientemente con programas de esterilización y adopción, los medios siguen siendo insuficientes frente a la magnitud del problema. La cultura del sacrificio de animales “improductivos” persiste en algunas zonas rurales, perpetuando un ciclo de sufrimiento.
Grecia
Grecia vive una verdadera crisis de animales errantes, particularmente visible en las islas turísticas y en Atenas. Los perros y gatos abundan en los sitios arqueológicos, en las playas y en las tabernas donde los turistas y locales les dan de comer. La crisis económica de los años 2010 agravó dramáticamente la situación, ya que muchas familias abandonaron a sus animales por falta de medios. Las islas experimentan un cruel fenómeno estacional: en invierno, una vez que los turistas se han ido, los animales mueren de hambre por cientos. Aunque en algunos municipios existen programas de esterilización, éstos siguen siendo insuficientes. Los envenenamientos maliciosos son frecuentes, especialmente en las zonas agrícolas donde se considera que los perros callejeros constituyen una amenaza para el ganado.
Italia
El Mezzogiorno italiano tiene una de las tasas más altas de animales errantes en Europa occidental. En Sicilia, Calabria, Apulia y Campania, manadas de perros vagabundos merodean por las afueras de las ciudades y en el campo, a menudo procedentes de perros de caza o de guardia abandonados. Las colonias de gatos son monumentales en los centros históricos y alrededor de los mercados de pescado. A pesar de una estricta legislación nacional que prohíbe la eutanasia de animales sanos, los refugios municipales (canili) están sobrepoblados y subfinanciados, funcionando a menudo como morteros. La tradición cultural de tolerancia hacia los animales errantes coexiste paradójicamente con una flagrante falta de responsabilización de los propietarios. Los recursos para la esterilización masiva son muy escasos.
Marruecos
En Marruecos, los perros y gatos vagabundos constituyen un problema sanitario y social importante, especialmente en las medinas y los barrios populares. Los perros callejeros, a menudo temidos debido al riesgo de rabia que aún existe en el país, son objeto de campañas masivas y brutales de sacrificio llevadas a cabo por las autoridades, generalmente mediante envenenamiento o disparo. Los gatos son más tolerados culturalmente pero viven en condiciones deplorables, reproduciéndose sin control en los zocos y alrededor de los vertederos. Rabat y Marrakech han iniciado programas piloto de esterilización y vacunación antirrábica, pero estas iniciativas siguen siendo marginales. La falta de conciencia pública y la ausencia de legislación protectora crean un entorno hostil en el que se trivializa el sufrimiento animal.
Palestina
En Palestina, la situación de los animales errantes se ve exacerbada por el contexto de ocupación y conflicto permanente. Las infraestructuras veterinarias son prácticamente inexistentes, especialmente en la Franja de Gaza, donde el bloqueo impide la importación de medicamentos y equipos veterinarios. Los perros y gatos vagabundos deambulan entre los escombros de las zonas bombardeadas, sin acceso a alimentos ni cuidados. En la Ribera Occidental, los asentamientos de gatos proliferan en los campamentos de refugiados y las ciudades superpobladas como Hebrón y Nablus. Las prioridades humanitarias se concentran legítimamente en las poblaciones humanas, dejando a los animales en un abandono total. Algunas pequeñas asociaciones locales intentan actuar a pesar de las restricciones de movimiento, la falta de recursos y los peligros permanentes, pero sus capacidades de intervención siguen siendo irrisorias frente a la magnitud de la tragedia, humana y animal.
Portugal
Portugal tiene una situación similar a la de España, con una concentración particular de animales errantes en las regiones rurales del Alentejo y el norte del país. Los perros de caza y pastores abandonados constituyen una parte importante de la población errante. Si bien Lisboa y Oporto han desarrollado programas municipales de esterilización e identificación, las zonas rurales siguen estando en gran medida desatendidas. Las colonias de gatos callejeros son omnipresentes en los puertos pesqueros y los barrios históricos. Paradójicamente, el aumento del turismo ha agravado la situación, ya que algunos visitantes alimentan a los animales sin contribuir a su esterilización, fomentando así su reproducción. Las asociaciones locales carecen de fondos para atender a las necesidades.
Túnez
Túnez se enfrenta a un problema similar al de otros países del Magreb, con una presencia masiva de animales errantes en las ciudades y pueblos. La rabia sigue siendo endémica, provocando reacciones de pánico y campañas violentas para eliminar a los perros callejeros. Los gatos, aunque mejor aceptados en la cultura local, proliferan sin control en mercados, puertos y lugares turísticos. Los recursos veterinarios se concentran en los animales de granja, dejando a los animales domésticos y errantes sin acceso a la atención sanitaria. Algunas asociaciones tunecinas valientes intentan desarrollar programas de esterilización y sensibilización, pero tropiezan con la falta de medios financieros y el desinterés de las autoridades. A menudo se considera que los animales vagabundos son un problema de higiene más que una cuestión de bienestar animal.
